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Hipertensión
La obesidad se considera un factor controlable que origina la hipertensión, la cual por lo general no presenta ningún síntoma y, como consecuencia, poco a poco daña a otros órganos vitales sin que la persona lo note.

La presión arterial es la fuerza que ejerce la sangre sobre la pared de las arterias menor a 140/90 mmHg. La hipertensión arterial es la elevación sostenida de la presión arterial por arriba de las cifras consideradas como normales.

Esta enfermedad se presenta aproximadamente en 20 de cada 100 personas y con frecuencia se asocia con otras enfermedades crónicas degenerativas como la diabetes. Debido a que no  presenta síntomas, la única manera de conocer la presión arterial es mediante la medición periódica. La presión sanguínea se mide de la siguiente forma:

  • Diastólica, es la presión que la sangre aplica en las arterias después del latido del corazón. Esta se divide en leve (90 a 104 mmHg), moderada (105 a 114 mmHg) y severa (115 mmHg).
  • Sistólica, es la presión que la sangre aplica en las arterias al momento que el corazón late. Se considera elevada cuando las cifras superan 140 mmHg.

Existen diversos factores que la pueden generar:

  • No controlables. Herencia (existe mayor posibilidad de que hijos de padres hipertensos también los sean), edad (mayor de 40 años).
  • Controlables. Tensión emocional, sal, tabaquismo, grasas, falta de ejercicio, alcohol y obesidad.

Las complicaciones son variadas, entre las que se encuentran:

  • Insuficiencia cardiaca
  • Infarto cardiaco
  • Derrame cerebral o embolia
  • Problemas de la vista
  • Daño renal

El papel de ejercicio en la prevención de la hipertensión es muy importante. Las personas pueden disminuir las posibilidades de desarrollarla de la siguiente forma:

  • Manteniendo un peso corporal adecuado
  • Siendo más activo físicamente
  • Eligiendo una alimentación baja en sal y sodio

La actividad física de intensidad moderada como caminar a buen paso es beneficiosa cuando se practica durante al menos 30 minutos diariamente. Si la actividad física se prolonga más tiempo, los beneficios también son mayores. De este modo, las personas activas físicamente tienen menos riesgo de desarrollar hipertensión arterial (un riesgo de un 20 a un 50% menor) que las sedentarias.

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